Tristeza mortal.

Ella decidió salvarse. Le dio la mano pero la apartó en el último momento, mientras él sentía como su mano se cerraba en el aire. En cambio, el cayó y nunca fue capaz de recuperarse. Solo conseguía caer cada vez más, mientras sentía como se hundía en las arenas del olvido, mientras se sentía morir. Ella vivió la vida normal y llena de felicidad que le había deseado, pero él nunca consiguió salir adelante, porque no valía la pena.

Solo se le veía caminar, sin voluntad para vivir. Se pasaba los días caminado por lo lugares, cálidos en su momento, por donde se había paseado con ella. Pero ahora esos lugares eran fríos y no le ofrecían ningún refugio, pues representaban un tormento. Se deleitaban burlándose de él, presentándole momentos que un día tuvo pero que nunca regresarían.

Su voluntad desapareció poco a poco, su vida se apagaba lentamente y su alma se apagó como cuando se apaga una vela. Y así pasó un día… y luego otro… y otro más. Pronto los días se convirtieron en semanas. La gente solo lo veía como un fantasma, no era ni la sombra de lo que había sido alguna vez.

Y un día tan súbitamente como ella se había ido, la vida de él llegó a su fin. Su corazón dejó de bombear sangre al cuerpo, aunque tenía tiempo que había dejado de latir. Días después, lo encontraron en el lugar donde la había besado por primera vez. Su cuerpo sin vida, pálido, seguía mostrando la profunda depresión que había habitado en él.

Una pared cercana mostraba un mensaje: “Te extraño”… y nada había sido más cierto. Nunca dejó de amarla, nunca la olvidó. Solo había existido para ella, hasta su último día. Y finalmente, el día en que habrían cumplido un año, su cuerpo colapso. Su mente no podía más y su corazón se dio por vencido.

¿Quién asegura que nadie muere de tristeza? Esas cosas pasan cuando realmente se ama a alguien.


(JSH) -The PeaceMaker-